y la irremediable fricción de tus gemas hizo emerger-me amapola. Amapolas fidedignas a
la cualidad de recorrerme, de socorrerme, de resolverme del vacío mismo de un boulevard a media noche. Sal
de allí, que la tundra de tu aliento al fin de la penumbra, del recuerdo te
subleve del resquicio y te rescate en una
y cien noches de lunas borradas.